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Los cinco pasos básicos para gestionar un momento de bajón sin sufrimiento extra

“No llores”. “Piensa en otra cosa”. “Tienes que animarte”. En definitiva: “No estés triste”. Desde que tenemos uso de razón hemos escuchado estos consejos rotundos por parte de nuestros seres queridos (tus padres, tu mejor amiga del instituto, tu pareja…) cuando estamos pasando por un momento de bajón. A pesar de contener las mejores intenciones del mundo, no aliviarán tu tristeza, querida. Quizás la entierren o la lleven a un segundo plano inconsciente. Hasta puede que por un momento te hagan pensar que ya estás mejor. Pero no. Porque la única manera sana de afrontar la tristeza es abrazarla.

¡Y bailar con ella, si es necesario!

Acoger tu tristeza con naturalidad es el camino más rápido para dejarla ir. Aquí tienes una hoja de ruta para hacerlo mediante cinco sencillos pasos (más sencillos de lo que puedas creer) que te ayudarán a convivir con tu tristeza hasta que llegue el momento de despedirte de ella.

1- Identifícala: “Aquí está mi tristeza”

Si vamos por la calle y nos encontramos un animalito herido que necesita nuestra ayuda, lo primero que tenemos que saber es de qué animal se trata. Si tenemos ante nosotros un gorrión y creemos que es una ardilla, todo lo que hagamos por salvarle, seguramente, no valdrá para nada, porque un ave tiene necesidades absolutamente distintas a un mamífero.

Algo similar sucede en el mundo de las emociones.

Aunque parezca obvio, lo primero para gestionar un momento de bajón es saber que estás triste. Las emociones no siempre se presentan “a cara destapada”: seguro que más de una vez has descubierto que donde veías una persona enfadada, huraña o insensible había, en realidad, una persona dolida y triste que lo está pasando mal.

Esto también nos pasa con nuestros estados emocionales. Podemos sentirnos irritables, perezosas, distraídas, sin darnos cuenta de que, si nos observamos de un modo consciente y con cierta distancia, lo que encontraremos es tristeza en estado puro y el resto solo son síntomas o consecuencias de esta.

Dedicar un tiempo a darte cuenta de que estás triste es, además, un factor imprescindible para abordar la tristeza como algo finito, de manera que no permitas que se apodere de ti y te absorba hasta instalarse en tu ser más tiempo del necesario con las consecuencias nocivas que esto puede tener para tu salud mental. Esa tristeza que sientes es un estado, no una forma de ser y, por lo tanto, pasará. Y solo viendo claramente que está ahí, que es ella, podrás tratarla como se merece.

2- No la evites: “Pues claro que estoy triste”

Imagínate que un día, dando un paseo en grupo por el bosque, tropiezas con una piedra y te tuerces el tobillo. Sientes un dolor intenso y notas como la bota empieza a apretarte porque el pie se te está hinchando como un globo. Pero claro, no quieres fastidiarle el ritmo al resto y decides seguir caminando como si nada hubiera pasado. Te repites a ti misma y a las demás: “No es nada, estoy bien”. Y empiezas a hablar de otras cosas para no prestarle atención al dolor. Y, aunque cada vez te duele más, decides acelerar el ritmo e ir la primera, porque quieres llegar rápido y como sea. Creo que es fácil imaginar que con esta actuación tu tobillo no solo no va a mejorar, sino que empeorará y, seguramente, acabas de conseguir que la lesión sea más grave y dure más tiempo que si, sencillamente, te hubieses sentado en el suelo y les hubieses dicho a tus compañeras: Hey, me he torcido el tobillo y me duele mucho.

Cambia ahora tobillo por tristeza y paseo por momento de bajón. La solución para afrontar la tristeza nunca pasa por evitarla. Es más, te puedo decir que la aceptación de esa tristeza es requisito indispensable para asegurarte de que desaparecerá. Si acabas de quedarte sin trabajo, por supuesto que estás triste, ¿cómo vas a estar si no? Siente esa tristeza, acéptala, obsérvala, date cuenta de qué efectos está teniendo en tu cuerpo y tu mente. Pero jamás intentes maquillarla pensando en otras cosas y haciendo como que no está ahí. Repítete a ti misma “tengo derecho a estar triste” y mira a tu tristeza a la cara como algo que te está pasando de un modo absolutamente natural.

3- No luches: “Puedes quedarte un rato”

No tengas prisa por “sacar la tristeza de tu cuerpo”. No te enfades con ella. No te castigues por sentirte así y no ser la mujer de siempre (sí que lo eres, pero estás triste). Al igual que has identificado y aceptado la presencia de tu tristeza, dedícale ahora un tiempo sin resistirte. Permítete un día de manta y sofá sin cogerle el teléfono a nadie y charla con tu tristeza con naturalidad. En vez de pedirle que se vaya, escucha lo que tenga que decirte, porque estarás escuchándote a ti misma y eso es un ejercicio sanísimo. Del mismo modo que ante un aumento de sueldo no te esfuerzas en sacarte la alegría del cuerpo, si acabas de quedarte en el paro no deberías presionarte para seguir estando de buen humor. Sé consciente de que tu estado de ánimo es el normal en estas circunstancias y también de que, después de sentirte así, la tristeza acabará por irse y empezarás a solucionar. Dite a ti misma: “Ok, ahora estoy triste y es normal. Pero esto pasará y seguiré adelante”.

4- Abrázala: “Gracias por venir”

Si te ha pasado algo doloroso y sientes tristeza, paradójicamente tienes mucho motivos para alegrarte. Así que sí, dale las gracias a tu tristeza por estar ahí, porque es una señal de salud. Pasa un rato sincero con ella. La tristeza es una herramienta natural y sana que le da al ser vivo la posibilidad de pasar un duelo necesario ante experiencias desagradables. No solo no debes evitarla ni luchar con ella. Debes agradecer que aparezca, porque te da la certeza de que eres una persona sensible reaccionando de un modo sano a una acontecimiento. Siéntela, analízala, habla con ella. Llora todo lo que tengas que llorar. A partir de ahí, siendo consciente de que, como cualquier emoción aparecerá, perdurará un tiempo y finalmente desaparecerá, entenderás que tú no eres esa tristeza y, por lo tanto, no estarás triste para siempre.

5- Suéltala: “Es hora de irse, querida”

Ya le has puesto nombre, la has aceptado sin evitarla ni luchar con ella y le has agradecido su aparición para ayudarte a reaccionar a un hecho que ha sido doloroso para ti. Has llorado o te has quedado unos días en casa sin demasiada actividad, o puede que hayas querido compartirla mediante largas charlas con tus amigas.

La tristeza te ha visitado y le has abierto la puerta. Y ya sabes que toda visita implica una despedida inevitable. Has recorrido un sendero consciente saltando sobre cuatro baldosas: Identificación, no evitación, no lucha y agradecimiento. Bien, pues en la quinta baldosa está la meta: soltar. Ya estás preparada para dejar ir a la tristeza después de gestionarla del modo adecuado. Y gradualmente le soltarás la mano y notarás cómo vuelven a ti otro tipo de emociones cuya aparición te traen luz y bienestar. Ahora observa tu serenidad, tus ganas, tu sonrisa, de igual manera que observaste tu tristeza. Y no tengas duda de que la vida y todo lo que pasa en ella hará que vuelvas a estar triste por distintos motivos, pero ya sabes cuáles son los cinco pasos que facilitarán que la recibas de nuevo como a una amiga que ha venido a verte y, llegado el momento, te dará un abrazo y se irá.

¿Tienes algún truco para los momentos de bajón que quieras compartir? ¡Te leo en comentarios!

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Jeanne Marie, [31.03.21 10:11]