Cómo reducir la frustración del no tener

Las palabras que utilizamos para expresarnos a veces tienen mucha más importancia de la que creemos. Esto se multiplica por mil cuando se trata de esos mensajes que nos lanzamos a nosotras mismas e interiorizamos casi sin darnos cuenta. Un ejemplo claro es la facilidad con la que empleamos el verbo “necesitar” en lugar del “querer”. A simple vista puede parecerte insignificante, querida, pero te aseguro que no distinguir bien entre nuestras necesidades y nuestros deseos puede ser una fuente importante de frustración y, centrándonos en las finanzas, generar gastos innecesarios e hiperconsumismo. Voy a hablarte de cómo diferenciar aquello que necesitas y aquello que quieres y cuáles son las ventajas de tener claros ambos conceptos.
¿Necesidad o deseo?
Esta es la pregunta clave y es necesario ser muy sincera y rigurosa en la respuesta. Antes de nada, dejemos claro qué significa realmente “necesitar”. Una necesidad es aquello de lo que no puedes prescindir para seguir adelante de un modo sano y funcional. ¿Podrías vivir sin agua?, ¿podrías vivir sin ropa con la que cubrirte?, ¿podrías vivir sin unos ingresos mínimos para cubrir, precisamente, las necesidades básicas? Indiscutiblemente no.
Partiendo de lo anterior, te propongo que la próxima vez que te plantees comprarte algo, hagas un ejercicio muy sencillo. Esto es lo que solemos decir:
-Necesito unos zapatos azules.
-Necesito un móvil nuevo.
-Necesito un vestido para la boda.
-Necesito viajar fuera en mis próximas vacaciones.
Bien, ahora pregúntate: “¿podría seguir adelante con los zapatos que tengo, el móvil que tengo (que aún funciona), yendo a la boda con el vestido con el que fui a la de hace dos años y disfrutando de mis vacaciones visitando lugares cercanos a casa?”. Y entonces replantea las afirmaciones anteriores sustituyendo el “necesito” por “quiero”.
-Quiero unos zapatos azules.
-Quiero un móvil nuevo.
-Quiero un vestido para la boda.
-Quiero viajar fuera en mis próximas vacaciones.
Ahí lo tienes. Parece que estas frases se ajustan bastante más a la realidad, ¿no crees?

Menos frustración
Una de las principales ventajas de diferenciar entre necesitar y querer es que reducirás considerablemente tu frustración cuando no puedas comprarte algo. Piénsalo: si tu mente está en modo “necesidad” ante un sofá nuevo, no disponer de él te generará una ansiedad similar a la que te produciría no tener dinero para comprar comida. Puede parecerte exagerado, pero créeme, querida, no lo es. Muchas veces el malestar que nos produce tener que renunciar a lo que en realidad son cosas prescindibles es totalmente desproporcionado, precisamente porque nos convencemos a nosotras mismas de que para ser felices necesitamos una vida en la que podamos acceder a ese tipo de productos.
Menos consumismo
Continuemos con el ejemplo del sofá nuevo. ¿Qué pasa si sigo diciéndome a mí misma que lo necesito? Como hemos visto, no tenerlo me generará un enorme sentimiento de frustración y malestar. Y para cubrir esa necesidad ficticia, me lo compraré, con el gasto que conlleva. Y lo mismo con los zapatos, el vestido para la boda y el móvil nuevo. Es decir, con el pretexto de cubrir mis necesidades, caeré en el hiperconsumismo y, con él, en los gastos innecesarios. Y aquí entramos en terreno peligroso, amiga. En ocasiones los hábitos excesivamente consumistas nos llevan a poner en riesgo nuestra estabilidad financiera (sin ir más lejos, pedir préstamos para unas vacaciones o comprar en cuotas un producto que no puedes permitirte pagar de una sola vez). Y ojo, que en el caso de que sí que te lo puedas permitir, el riesgo es menor pero no desaparece: al comprar todo lo que «necesitas» te acostumbras a un nivel de vida donde cada día «necesitas» más. Y generará frustración porque puedes tener la sensación de que nunca tienes suficiente.
Además si en el futuro tu nivel adquisitivo baja, te resultará tremendamente difícil cambiar unas rutinas de consumo que tienes interiorizadas como necesarias.

Del disgusto al objetivo
¿Esto significa que hay que renunciar a todo lo que no sea realmente necesario? En absoluto, querida. Todo lo contrario. Partiendo del “quiero” en vez del “necesito” lo que haces es priorizar y consumir de un modo saludable.
Una vez cubiertas tus necesidades reales, te ocuparás de tu lista de deseos transformándolos en propósitos concretos.
No necesito un sofá nuevo porque ya tengo uno que cumple con su función. Pero sí que me gustaría comprarme un sofá nuevo. Vaya, que aunque no lo necesite, lo quiero. Y está bien.
Siendo consciente de esto, no poder comprármelo en este momento no me hará sentir fatal. Ni me plantearé la opción de endeudarme para conseguirlo. Pero sí empezaré a ahorrar cada mes con el objetivo de reunir el dinero suficiente para comprármelo. Sin ansiedad, sin frustración, sin riesgos financieros innecesarios.
En resumen: partiendo del planteamiento adecuado, hemos sustituido vivir con una constante sensación de carencia por el bienestar de marcarse objetivos y tomar acción para conseguirlos, sabiendo que somos afortunadas por tener todo aquello que realmente necesitamos. ¿No es alucinante?
Y ahora, cuéntame: ¿Cuántas veces has confundido necesidades con deseos? Te leo en comentarios.
Comentarios recientes