En mi primer post, os conté que había dedicado el 2017 a arreglar nuestra casa según los principios de Marie Kondo, la gurú japonesa del orden y había visto como la mitad de mi ropa se iba por la puerta.
Es cuando empecé a seguir algunas cuentas en Instagram que trataban sobre el minimalismo, vivir con intención, y sobre ser “Debt Free” (vivir sin deudas).
Reflexionando, me di cuenta de que muchas veces, compraba ropa porque sí. Porque eran rebajas y pensaba que me hacía falta un top o una falda nueva. Porque había salido la nueva chaqueta en H&M. Porque me gustaba verme con cosas nuevas e ir a la última. O simplemente, porque había entrado en la tienda del barrio y me sabía mal salir sin nada. Hay que promover el comercio local, ¿no?
Mi presupuesto para ropa era totalmente adecuado al sueldo que gano(el 2% mensual), no he estado nunca en números rojos y sin embargo, creció en mí esa inquietud que quizás no necesitaba tanto y gastaba por gastar. Con los años, vamos madurando, nuestras prioridades cambian y llegué a la conclusión de que a veces, compraba sin una real necesidad, aunque me convencía de que si, que “necesitaba” esta falda plisada amarilla que al final me puse dos veces antes de regalarla.
Me encanta(notad que digo “encanta” no “encantaba”) el chute de adrenalina que te da entrar en la tienda, probarte prendas nuevas , tener la experiencia de compra y llevarte bolsas a casa, para después estrenar todo lo nuevo que tengas para qué te hagan cumplidos sobre lo mona que vas. No nos vamos a engañar, a todos nos gusta que nos regalen los oídos.
Evidentemente, ir bien vestido es importante y nunca nos debe faltar poder ir correcta y adecuadamente por respeto a uno mismo. Pero la sociedad de hyper consumismo nos hace creer que necesitamos siempre más. Que somos lo que compramos.
Las empresas promueven lo que llaman los anglo sajones el “FOMO”, el Fear Of Missing Out(el miedo a perdernos algo importante).
Es una táctica empleada por Zara, por ejemplo, cuando renuevan cada quince días ciertas prendas y las sacan en cantidades limitadas. Lo hacen adrede para provocar un “dios mío, lo compro ya, sino me quedaré sin”.
¿Y sabéis qué? Siempre habrá prendas nuevas, siempre habrá ocasiones de comprar ese top que se va a terminar y sin el cual , supuestamente, no podemos vivir. Siempre creeremos que tenemos la necesidad de estrenar algo nuevo. Porque nos hacen creer que si no, no estamos a la altura.
Después de mi gran limpieza, una venda se me cayó de los ojos. Entendí de repente la magnitud de lo que había llegado a comprar y acumular a lo largo de los años. Pensaba que cada prenda de ropa, cada objeto de decoración, cada utensilio “indispensable” de cocina, iba a rellenar una necesidad real.
Y cierto es que lo hace durante un tiempo. Pero este sentimiento se va desvaneciendo. Y siempre necesitas un chute nuevo.
Así que cuando vi la mitad de mi armario irse por la puerta, pensé “esto era dinero”.
Deja que cale hondo.
“Esto era dinero”.
Este dinero que nos cuesta tanto ganar. Dinero que podría haber gastado en renovar la casa, dinero que podría haber dado a obras de caridad, dinero que podría haber ahorrado, dinero que podría haber invertido.
Me venía cada vez más a la cabeza ¿qué pasaría si no te compraras nada nuevo en un año? ¿serás capaz? ¿tendrás bastante con lo que te has quedado? ¿podrás resistir cuando venga la primavera/verano con todos estos vestidos en los escaparates? Así que me lancé un desafío. Y hasta lo conté en el trabajo para hacerlo más interesante. No me dieron ni tres meses, jajaja. No los culpo, no lo tenía nada claro…
El 28 de noviembre del 2017 fue el último día en el que compré ropa: un jersey y dos camisetas, que sí necesitaba. Y el 17 de diciembre fue cuando me decidí a hacer oficial este año sin compra y unirme a la Debt Free Community.
Los tres primeros meses fueron los más fáciles, acababa de comprar alguna prenda para pasar el invierno e iba servida.
Cada vez que llegaba el día 28 del mes, y no había gastado dinero en ropa, zapatos, bolsos o accesorios, el sentimiento de satisfacción era enorme. Me venía a la mente “soy capaz de gestionar mejor mi actitud frente al consumismo excesivo”, “realmente, no necesito tanto para pasar”. Me liberó la mente no darle tanta importancia a cuantas veces estrenaba ropa nueva.
La primavera y el verano llegaron, las tiendas se llenaron de colores vivos, estampados, shorts monos, vestidos preciosos. Si paseaba por el centro de la ciudad, se me iban los ojos por todos los lados y sentía que se me iluminaban los ojos. Los maniquíes parecían susurrarme “entra y ven a probar lo que llevamos” . Y tenía que usar mucha fuerza de voluntad para pensar: tienes más que suficiente en casa. Descubrí que la clave era no entrar . No te descubro nada nuevo… Si no entras, no te pruebas nada y por consiguiente, no caes en la tentación de comprar. Y no, no es tan horrible como parece.
¿Qué pasa con la compra on line me diréis?
Al principio de ese reto, me quité de la lista de distribuciones de TODAS las tiendas a las que estaba suscrita, sea de ropa o no.
Adiós H&M, Zara, Mango, West Wing, Etam, Bimba & Lola, Sita Murt, Nike, La Roca Village…
Si no recibes emails, no sabes “lo que te estás perdiendo” y por consiguiente, no tienes tentaciones.
De hecho, es un ejercicio beneficioso.
De la misma manera que vaciar tu casa de cosas inútiles te hace sentirte mejor, vaciar tu bandeja de entradas de correos electrónicos publicitarios también lo es.
De repente, no te asaltan constantemente mensajes que te hacen pensar que necesitas más y más y más. Y que debes gastar más para aparentar ser algo más.
Tus amigos te quieren por quien eres, no porque llevas la última prenda de moda. Y si les importa, es que no son tus amigos.
Para que no falte a la verdad, he de decir que sí estrené ropa este año. En el trabajo, como novedad , nos dieron un estipendio para ropa corporativa. Y del lugar donde trabaja mi suegra, le dan la ropa, muchas veces casi nueva, que ya no usan. He estado encantada de poder llevar camisetas o pantalones “nuevos para mí”. Estas dos cosas han compensado bastante los “chutes” que ya no me daba al entrar en gastarme dinero en tiendas.
Pero, amigos míos, no he gastado ni un euro en un año entero… He ganado la apuesta contra mí misma.
Este año sin compras me ha permitido reflexionar sobre cómo podemos consumir de manera diferente.
Cuando haces el ejercicio de tener menos y quedarte con solo lo que te gusta, aprendes a valorar aún más tus posesiones. No te agobia tirarte diez minutos todas las mañana delante de un armario que reboza y pensando que “no tienes nada”. No te agobia el hecho de pensar en hacer el cambio de temporada. Antes se me hacía una montaña… Ya no…
En nuestro caso, lo he solucionado de la siguiente manera.
Tenemos una cómoda de Ikea, de esas básicas blancas de 4 cajones , donde guardo: ropa interior, dos cajones para la ropa del trabajo, un cajón para la ropa del gym.
En la entrada, el armario con las chaquetas de media temporada e invierno. En el dormitorio, un armario con una parte para la ropa para colgar y el resto en cajas. Tengo una caja grande para pantalones, faldas y vaqueros, una caja grande para jerseys, dos cajas medianas para la ropa de primavera/verano, dos cajas medianas para la ropa de otoño/invierno, 1 para fulares, bufandas y otra para la ropa de dormir. Cuando llega el cambio de temporada, voy cambiando las cajas de sitio y ya está. Voy revisando puntualmente qué es lo que tengo. Si hay algo que no me he puesto en esa temporada, lo dono. Si tiene agujeros que no se pueden arreglar o una mancha que no consigo quitar, se va a la planta de reciclaje. Sin pensarlo. Porqué cuantas veces te has quedado con algo, diciéndote, ¿y si me hace falta? ¿y si me lo vuelvo a poner? Venga, que esto lo arreglo…. Y nunca sucede.
Así que, no lo pienses más, el universo te da el permiso de donar/vender/reciclar lo que no usarás.
Ahora que ha pasado el año y me otorgo la licencia para asignar una parte de mi presupuesto mensual para la compra de ropa, me doy cuenta de que, de momento, no me apetece. No sé cuánto tiempo durará y ni me preocupa.
Realmente, este año me ha servido para descubrir que a cuantas menos cosas, más liberada me siento. Y que quiero consumir con más cabeza, empleando mi dinero y tiempo de la manera más útil que pueda.
Y hablando de dinero, la Debt Free community me ha abierto los ojos sobre cómo lo podemos emplear mejor y eso, será objeto de otro artículo…
Te entiendo perfectamente. Yo también llevo mucho tiempo sin comprar ropa, no sé si aún llegó al año pero será por poco. Sólo me he comprado dos camisetas térmicas para el trabajo y unas deportivas que necesitaba. He estado de tiendas pero cuando miro las prendas pienso: realmente no lo necesito. Y me marcho sin nada. Pero ya está gastando Mer por mi… ha bajado mucho de peso y ha tenido que renovar muchísimas cosas!
Hola Bea, enhorabuena!! Realmente no comprarse nada es muy duro cuando tenemos el machaque constante todo el día. Pero cuando lo pensamos bien, no necesitamos tanto. Y claro en el caso de Mer, cuando pierdes peso, no hay más remedio que ir a por cosas nuevas 😊😊